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Apuntes Quincenales

Publicadas por El ático |

Por: Rolando Franco
Darío Jaramillo Agudelo


Palabra desnuda




“Ignoro quien dijo que la vida de un poeta son sus poemas, o si es una
frase de todos, un lugar común. Aún así, creo que en mí casi es cierta.
En varios poemas he tratado de volver palabras las pulsaciones de
la luz, de la música, de la sangre. ”




Darío Jaramillo Agudelo (Santa Rosa de Osos, Colombia, 1947) es, sin lugar a dudas, uno de los poetas representativos de su generación. Abogado y economista de la Universidad Javeriana de Bogotá, es autor de una obra extensa y cuya calidad fue premiada con el Premio Nacional de Poesía en 1978: Historias (1974), Tratado de retórica (1978), Poemas de amor (1986), Del ojo a la lengua (1995), Cantar por cantar (2001), Gatos (2003) y Cuadernos de música (2008). En prosa ha publicado: La muerte de Alec (1983), Guía para viajeros (1991), Cartas cruzadas (1995), Novela con fantasma (1996), Memorias de un hombre feliz (1999), El juego del alfiler (2002), Historia de una pasión (2006) y La voz interior (2006).

Darío Jaramillo Agudelo es un escritor que ha hecho del arte, especialmente de la música y de la literatura, un tema fundamental de su obra, que se reitera en forma permanente dentro de las preocupaciones existenciales de sus personajes. La poesía como esencia del discurso literario ocupa un lugar muy importante y es, junto con los dramas mundanos o cotidianos de sus personajes, el problema más relevante en la meditación de sus héroes. En orden de importancia los temas que le siguen son sin lugar a dudas el amor y el erotismo, la amistad, la música, el azar, el humor, los convencionalismos, la moral burguesa, el poder y el dinero, los cuales son asuntos que también obsesionan a los protagonistas de sus historias, que se convierten a su vez en lectores y creadores, que en conjunto configuran el universo de su obra.
Darío Jaramillo Agudelo convierte la curiosidad y la sencillez en herramientas de construcción, sin olvidar lo profundo de lo humano que sobresale en palabras cercanas y a la vez, llenas de música y humor. Lo cercano y lo íntimo en su poesía se conjuga para sentir la poesía y la palabra en su más intima y desnuda experiencia.

Su poesía:



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Algún día te escribiré un poema que no mencione el aire
ni la noche; un poema que omita los nombres de las flores, que no tenga jazmines
o magnolias.
Algún día te escribiré un poema sin pájaros ni fuentes, un
poema que eluda el mar y que no mire a las estrellas.
Algún día te escribiré
un poema que se limite a pasar los dedos por tu piel y que convierta en palabras
tu mirada.
Sin comparaciones, sin metáforas, algún día escribiré un poema
que huela a ti, un poema con el ritmo de tus pulsaciones, con la intensidad
estrujada de tu abrazo.
Algún día te escribiré un poema, el canto de mi
dicha.

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Sé que el amor
no existe
y
sé también
que te amo.

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Historias

Se hablan bajo el agua,
desnudos flotan y se
hablan
y se dicen palabras como "risa"
y la luz brilla como un tafetán
líquido
sobre sus hermosos cuerpos;
paralelos, blanca y moreno, contra
la corriente,
plata y bronce bajo el fluido sol,
como dos lianas de
carne mis dos bellos amigos
sumergidos se dicen un idioma que vibra en los
oídos,
una música de vocales desleídas,
se dicen palabras con ternura
sabia;
desde el puente
bajo un árbol que deja pasar hilos de sol
yo
los miro gozoso
y los veo sacar la cabeza del agua
con el aire y con la
dicha contenidos
y los oigo gritar "esto es la vida"
y sus esbeltos
cuerpos jóvenes son la vida,
ella y él, mis desnudos hermosos amigos,
la
vida son ellos,
ellos que me regalan su entusiasmo.

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Razones Del Ausente

Si alguien
les pregunta por él,
díganle que quizá no vuelva nunca o que si regresa
acaso ya nadie reconozca su rostro;
díganle también que no dejó razones
para nadie,
que tenía un mensaje secreto, algo importante que decirles
pero que lo ha olvidado.
Díganle que ahora está cayendo, de otro modo y
en otra parte del mundo,
díganle que todavía no es feliz,
si esto hace
feliz a alguno de ellos; díganle también que se fue con el corazón vacío y seco
y díganle que eso no importa ni siquiera para la lástima o el perdón
y
que ni él mismo sufre por eso,
que ya no cree en nada ni en nadie y mucho
menos en él mismo,
que tantas cosas que vio apagaron su mirada y ahora,
ciego, necesita del tacto,
díganle que alguna vez tuvo un leve rescoldo de
fe en Dios, en un día de sol,
díganle que hubo palabras que le hicieron
creer en el amor
y luego supo que el amor dura
lo que dura una palabra.
Díganle que como un globo de aire perforado a tiros,
su alma fue cayendo
hasta el infierno que lo vive y que ni siquiera está desesperado
y díganle
que a veces piensa que esa calma inexorable es su castigo;
díganle que
ignora cuál es su pecado
y que la culpa que lo arrastra por el mundo la
considera apenas otro dato del problema
y díganle que en ciertas noches de
insomnio y aun en otras en que cree haberlo soñado,
teme que acaso la culpa
sea la única parte de sí mismo que le queda
y díganle que en ciertas mañanas
llenas de luz
y en medio de tardes de piadosa lujuria y también borracho de
vino en noches de lluvia
siente cierta alegría pueril por su inocencia
y
díganle que en esas ocasiones dichosas habla a solas.
Díganle que si alguna
vez regresa, volverá con dos cerezas en sus ojos
y una planta de moras
sembrada en su estómago y una serpiente enroscada en su cuello
y tampoco
esperará nada de nadie y se ganará la vida honradamente,
de adivino, leyendo
las cartas y celebrando extrañas ceremonias en las que no creerá
y díganle
que se llevó consigo algunas supersticiones, tres fetiches,
ciertas
complicidades mal entendidas
y el recuerdo de dos o tres rostros que siempre
vuelven a él en la oscuridad
y nada.

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